FILOSOFÍA MEDIEVAL
Nombre dado por la Iglesia católica a los
autores que establecieron la doctrina cristiana antes del siglo VIII. Los
escritos de los Padres, o Patrística,
sintetizaron la doctrina cristiana tal y como se encuentra en la Biblia,
especialmente en el Evangelio, los escritos de los Padres Apostólicos, las
máximas eclesiásticas y las decisiones de los concilios de la Iglesia.
Facilitaron un conjunto doctrinal articulado de la enseñanza cristiana
para su transmisión por todos los rincones del Imperio romano.
Hay que tomar en cuenta que al principio la
Iglesia no quería saber nada de la filosofía , ya
que estaban bajo la impresión de la nueva vivencia de su fe. Gracias a San
Agustín, se puso un sí positivo a la filosofía. Nosotros queremos dice San
Agustín, hablar no solo con la autoridad de
las sagradas escrituras, sino también basados en la universal razón humana
(Ratio: relación entre dos cantidades). Si los filosofos han
dicho algo que exacto ¿por qué no lo hemos de aceptar?, al fin de cuentas puede
incluso servir para razonar la fe y para comprenderla mejor.
En el siglo IV, la Patrística alcanza su
plena madurez. Es el momento en que las herejías han alcanzado su mayor agudeza
y el gran movimiento maniqueo,
que se extiende de oriente a occidente, amenazan a la Iglesia. Por otra parte
el pensamiento cristiano
ha adquirido profundidad y claridad, y al mismo tiempo vigencia
social en el imperio romano . El
mundo antiguo está en su última etapa. Los bárbaros están llamando desde hace
tiempo a todas las puestas del Imperio; a lo largo de sus fronteras se hace
sentir la presencia de los pueblos germánicos, que se van infiltrando
lentamente, antes de realizar la gran irrupción del siglo V. Y sobre todo el
paganismo ha dejado de existir; la cultura romana
se agota en el comentario y sigue nutriéndose, al cabo de los siglos de una
filosofía la griega que
no es capaz de renovar. En este momento aparece San Agustín, la plenitud de la
Patrística, que resume en su personalidad inmensa
el mundo antiguo, al que todavía pertenece, y la época moderna, que anuncia, y
cuyo punto de arranque es él mismo. En la obra agustiniana se cifra este paso
decisivo de un mundo a otro.
San Agustín (354 – 430).
Es una de las figuras más emblemáticas de su
tiempo, del cristianismo y
de la filosofía. Su personalidad tan original y abundante deja una huella
profunda en todas las cosas donde pone su mano. La filosofía y la teología
medievales, es decir, lo que se ha llamado la Escolástica, toda la dogmática
cristiana, disciplinas enteras como la filosofía del espíritu y la filosofía de
la historia,
ostentan la marca inconfundible
que les imprimió. Más aún: el espíritu cristiano y el de la modernidad están
influidos decisivamente por San Agustín; y tanto la Reforma como la
Contrarreforma han recurrido de un modo especial a las fuentes agustinianas.
a. Verdad
b. Dios
Tesis filosóficas de San Agustín:
c.
Creación.
e. El Bien.
f. La Ciudad de Dios.
- Verdad: en encendidas controversias
con los escépticos hizo triunfar San Agustín la posibilidad de conocer
la verdad. Los escépticos dicen "no existe la verdad; de todo se
puede dudar"; a lo que San Agustín replica "se podrá dudar todo
lo que se quiere; de lo que no se puede dudar es de la misma duda".
Existe pues la verdad con lo cual queda refutado el escepticismo. San
Agustín busca el prototipo de la verdad en las verdades matemáticas, cuando dice, por ejemplo, que
la proposición 7+3=10, es una proposición de vigencia universal para
cualquiera que tenga razón. Aquí donde se ve que 7+3 tiene que ser igual a
10, halla San Agustín lo que también en otros casos debe ser verdad para
todo espíritu racional, a saber, las reglas, ideas y normas conforme
a las cuales registramos y leemos lo sensible y al mismo tiempo lo
estimamos y rectificamos. Estas reglas son algo apriorístico, en lo
cual el hombre, frente al mundo y su
experiencia, se demuestra superior, libre y autónomo.
- Dios: el mismo San Agustín que
busca la verdad en el interior del hombre, dice a la vez con no menor
énfasis: Dios es la verdad. San Agustín se eleva de lo verdadero singular
a la verdad una gracias a la que todo lo verdadero es verdadero para tener
participación en ella. Considera esta ascensión como prueba de que existe
Dios y el mismo tiempo de lo que Dios mismo es: el todo de lo verdadero,
el ser bueno de todo lo bueno, el ser de todo ser. Así Dios es todo, pero
a la vez no es nada de todo, pues sobre puja a todo, ninguna categoría se
le puede aplicar.
- Creación: este concepto no es filosófico sino
teológico. Por tanto, cuando San Agustín trata de pensarlo, se le ofrecen
inmediatamente dificultades filosóficas. En este caso, habría que admitir
también en Dios lo mutable. Por otra parte, la creación proviene de un
acto libre de la voluntad de Dios, y no es por tanto, una procesión necesaria,
como con frecuencia sé repitió contra la teoría de la emanación. San
Agustín deja por fin la cuestión en suspenso. Ve que no se puede resolver
con nuestros conceptos espaciales y temporales.
- Alma: lo que San Agustín escribe
sobre el alma, su fina intuición, su arte de ver y dominar las cosas,
su penetrante análisis y otras diversas cualidades
lo revelan como sicólogo de primer orden. El alma tenía para él
especial interés. "A Dios y al alma deseo
conocer". El alma tiene un efecto el primado frente al cuerpo. Cierto
que San Agustín no es ya pesimista acerca del cuerpo: el espíritu del
cristianismo y su doctrina de la creación no lo permiten. No obstante,
para San Agustín el hombre es propiamente el alma. Y así, seguirá
pensándose, aun después de que en la alta edad media prospere la formula
aristotélica de la unidad del cuerpo y el alma.
- El Bien: cuando San Agustín habla
en lenguaje religioso, el bien no es
para él otra cosa más que la voluntad de Dios. Pero cuando trata de
descubrir los fundamentos más profundos, dice: "El bien se da con
la ley eterna". Son las ideas
eternas en la mente de Dios que, como para los platónicos, también aquí
constituyen el fundamento de conocer, del ser y del bien. Son un orden
eterno. No solo el hombre es bueno, también los seres son buenos y
el conocimiento es verdadero, con tal que
se orienten conforme a este orden eterno.
- La Ciudad de Dios: siempre tendrá lugar en
la historia del mundo la lucha entre la luz y las tinieblas, entre lo
eterno y lo temporal, entre lo supra sensible y lo sensible, entre lo
devino y lo antidivino. En su gran obra la Ciudad de Dios San
Agustín, muestra cómo los poderes del bien
tienen que luchar constantemente con los poderes del mal. Su sentido
definitivo es el triunfo del bien sobre el mal.
El Escolasticismo.
Movimiento filosófico y teológico que intentó
utilizar la razón natural humana, en particular la filosofía y la ciencia de Aristóteles,
para comprender el contenido sobrenatural de la revelación cristiana. Principal
movimiento en las escuelas y universidades medievales de Europa,
desde mediados del siglo XI hasta mediados del siglo XV, su ideal último fue
integrar en un sistema ordenado
tanto el saber natural de Grecia y Romacomo el saber religioso del cristianismo. El término
escolástica también se utiliza en un sentido más amplio para expresar el
espíritu y métodos característicos
de ese momento de la historia de la filosofía o cualquier otro espíritu o actitud similar
hacia el saber encontrados en otras épocas. El término escolástica, que en su
origen designaba a los maestros de las escuelas monásticas o catedralicias
medievales, de las que surgieron las universidades, acabó por aplicarse a
cualquiera que enseñara filosofía o teología en dichas escuelas o
universidades.
- Características Principales.
Los pensadores escolásticos sostuvieron una
amplia variedad de ideas tanto en filosofía como en teología. Lo que da unidad
a todo el movimiento escolástico son las metas comunes, las actitudes y
los métodos aceptados de un modo general por todos sus miembros. La principal
preocupación de los escolásticos no fue conocer nuevos hechos sino integrar el
conocimiento ya adquirido de forma separada por el razonamiento griego y la
revelación cristiana. Este interés es una de las diferencias más
características entre la escolástica y el pensamiento moderno desde el renacimiento.
El objetivo esencial
de los escolásticos determinó algunas actitudes comunes, de las que la más
importante fue su convicción de la armonía fundamental entre razón y
revelación. Los escolásticos afirmaban que el mismo Dios era la fuente de ambos
tipos de conocimiento y la verdad era uno de Sus principales atributos. No
podía contradecirse a Sí mismo en estos dos caminos de expresión. Cualquier
oposición aparente entre revelación y razón podía deberse o a un uso incorrecto
de la razón o a una errónea interpretación de
las palabras de la revelación. Como los escolásticos creían que la revelación
era la enseñanza directa de Dios, ésta tenía para ellos un mayor grado de
verdad y certeza que la razón natural. En los conflictos entre
fe religiosa y razonamiento filosófico, la fe era siempre el árbitro supremo,
la decisión de los teólogos prevalecía sobre la de los filósofos. Después
de principios del
siglo XIII, el pensamiento escolástico puso mayor énfasis en la independencia de
la filosofía en su campo propio. A pesar de todo, durante el periodo
escolástico la filosofía estuvo al servicio de
la teología, no sólo porque la verdad de la filosofía estaba subordinada a la
de la teología, sino también porque los teólogos utilizaban la filosofía para
comprender y explicar la revelación.
Esta postura de la escolástica chocó con la
llamada teoría de la doble verdad del filósofo y físico hispano-árabe Averroes.
Su teoría mantenía que la verdad era accesible tanto a la teología como a la
filosofía islámica pero que tan sólo la filosofía podía alcanzarla en su
totalidad. Por lo tanto, las llamadas verdades de la teología servían, para la
gente común, de expresiones imaginativas imperfectas de la verdad auténtica,
sólo accesible por la filosofía. Averroes sostenía que la verdad filosófica
podía incluso contradecir, al menos de una forma verbal, las enseñanzas de la
teología islámica.
Como resultado de su creencia en la armonía
entre fe y razón, los escolásticos intentaron determinar el ámbito preciso y las competencias de
cada una de estas facultades. Muchos de los primeros escolásticos, como el
eclesiástico y filósofo italiano san Anselmo, no lo consiguieron y estuvieron
convencidos de que la razón podía probar algunas doctrinas procedentes de la
revelación divina. Más tarde, en el momento de esplendor de la escolástica, el
teólogo y filósofo italiano santo Tomás de Aquino estableció un equilibrio entre
razón y revelación. Sin embargo, los escolásticos posteriores a santo Tomás,
empezando por el teólogo y filósofo escocés Duns Escoto, limitaron cada vez más
el campo de las verdades capaces de ser probadas a través de la razón e
insistieron en que muchas doctrinas anteriores que se pensaba habían sido
probadas por la filosofía tenían que ser aceptadas sobre la base única de la
fe. Una de las razones de esta limitación fue que los escolásticos aplicaron
los requisitos para la demostración científica, recogidos al principio en el
Organon de Aristóteles, de una manera mucho más rigurosa que lo había hecho
cualquiera de los filósofos anteriores. Esos requisitos eran tan estrictos que
el propio Aristóteles rara vez fue capaz de aplicarlos en detalle más allá del
campo de las matemáticas. Esta tendencia desembocó de forma teórica en la
pérdida de confianza en la razón natural humana y en la filosofía, como quedó
caracterizada la primera época del renacimiento, y así lo asumieron los
primeros reformadores religiosos protestantes, como Martín Lutero.
Otra actitud común entre los escolásticos fue
su sometimiento a las llamadas autoridades, tanto en filosofía como en
teología. Esas autoridades eran los grandes maestros del pensamiento de Grecia
y Roma y los primeros Padres de la Iglesia. Los escolásticos medievales se
impusieron a sí mismos pensar y escribir mediante el estudio único e intensivo
de los autores clásicos, a cuya cultura y saber atribuían certezas inmutables.
Tras alcanzar su plena madurez de pensamiento y producir los primeros trabajos
originales de filosofía, siguieron citando a las autoridades para dar peso a
sus propias opiniones, aunque a estas últimas llegaban en muchos casos de
manera independiente. Críticas posteriores concluyeron de esta práctica que los
escolásticos eran meros compiladores o
repetidores de sus maestros. En realidad, los escolásticos maduros, como santo
Tomás de Aquino o Duns Escoto, fueron muy flexibles e independientes en su
utilización de los textos de los clásicos; a menudo con el fin de armonizar los
textos con sus propias posiciones, ofrecieron interpretaciones que eran
difíciles de conciliar con las intenciones y motivos inspiradores en los
clásicos. El recurso a la cita de los clásicos fue, en muchos casos, poco más
que un ornamento estilístico para empezar o finalizar la exposición de
las propias opiniones e intentaba demostrar que las ideas del exegeta eran
continuidad del pasado y no simples novedades. Novedad y originalidad de
pensamiento no eran perseguidos de forma deliberada por ninguno de los
escolásticos sino más bien minimizadas lo más posible.
Los escolásticos consideraron a Aristóteles
la máxima autoridad filosófica, llamándole de modo habitual "el
filósofo". El primer prelado y teólogo cristiano san Agustín fue su
principal autoridad en teología, tan sólo subordinado a la Biblia y a los
concilios oficiales de la Iglesia. Los escolásticos se adhirieron con mayor
intensidad y sin ninguna crítica a
las doctrinas emitidas por la jerarquía eclesial al admitir las opiniones de
Aristóteles en materia de ciencias empíricas,
como la física,
la astronomía y
la biología. Su
aceptación sin crítica debilitó a la escolástica y fue una de las principales
razones de su desdeñoso rechazo por parte de los investigadores y sabios del
renacimiento e incluso de mucho tiempo después.
Uno de los principales métodos de la
escolástica fue el uso de la lógica y
el vocabulario filosófico de Aristóteles en la enseñanza, la demostración y la discusión.
Otro importante método fue
enseñar un texto por
medio de un comentario de alguna autoridad aceptada. En filosofía, esa
autoridad era atribuida de un modo casi mecánico y procedimental a Aristóteles.
En teología, los textos principales eran la Biblia y el Sententiarum Libri
Quatuor (Cuatro libros de
Sentencias) del teólogo y prelado italiano del siglo XII Pedro Lombardo, una
recopilación de las opiniones de los primeros Padres de la Iglesia sobre problemas de
teología. Los primeros escolásticos empezaron asumiendo como ortodoxia
intelectual el contenido de los textos que estaban comentando. Poco a poco,
conforme la práctica de la lectura fue
desarrollando su propio poder de
crítica, introdujeron muchos comentarios suplementarios sobre algunos puntos
que el propio texto no cubría o no había resuelto de forma adecuada. A partir
del siglo XIII, esos comentarios suplementarios, que expresaban el
pensamiento personal de
los maestros, se convirtieron en la parte más amplia y trascendente de los
textos, resultando así que la explicación literal del texto era reducida a un
simple pasaje de cada exégesis.
Junto con los comentarios contaba la técnica de
discusión por medio del debate público.
Cada profesor de
una universidad medieval
debía aparecer varias veces al año ante el cuerpo docente y los alumnos,
reunidos en asamblea, en un debate para defender los puntos cruciales de sus
propias enseñanzas frente a todo aquel que las pusiera en duda. Las ideas de la
lógica aristotélica se empleaban tanto en la defensa como en el ataque. En el
siglo XIII el debate público se convirtió en un instrumento educativo flexible
para estimular, probar y comunicar el progreso del pensamiento en la filosofía
y teología. Después de la mitad del siglo XIV, sin embargo, la vitalidad del
debate público decayó y se convirtió en un rígido formalismo. Los participantes
se sentían menos interesados en el contenido real que en pequeños puntos de la
lógica y nimias sutilezas del pensamiento. Este tipo degradado de debate
influyó mucho en dar una mala reputación a la escolástica durante el renacimiento y
posteriormente; en consecuencia muchos pensadores modernos lo han considerado
un mero mecanismo lógico pedante y artificial.
Filósofos de la
escolástica.
- San Anselmo de Cantorbery (c. 1033-1109).
Teólogo, filósofo y Doctor de la Iglesia, que
propuso una teoría sobre la existencia de Dios que todavía hoy se sigue
debatiendo.
Nació en Aosta (norte de Italia) en
el seno de una familia acomodada.
En 1060 ingresó en el monasterio benedictino de Bec (Normandía), donde era abad
el religioso y erudito Lanfranco. Cuando, en 1070, éste fue nombrado arzobispo
de Canterbury por el rey de Inglaterra Guillermo I
el Conquistador, Anselmo le sustituyó al frente del monasterio. Durante estos
años alcanzó un gran prestigio por sus conocimientos y piedad, y sus monjes le
animaron a que pusiera por escrito las meditaciones en que basaba sus
enseñanzas. De esta manera redactó Monologium (1077), en el que, reflejando la
influencia de san Agustín de Hipona, presentaba a Dios como el Ser más supremo
e investigaba sobre sus atributos. Animado por la acogida que tuvo su obra,
continuó con su proyecto de
comprensión de la búsqueda de fe, concluyendo Proslogium (1078), donde
presentaba lo que en el siglo XVIII llegó a conocerse como el argumento
ontológico de la existencia de Dios. Sostenía que incluso quienes dudaban de la
existencia de Dios habrían de observar cierta comprensión sobre lo que dudaban:
es decir, comprenderían a Dios como un ser del que no se puede pensar algo más
grande. Puesto que es más grande existir fuera de la mente que sólo en la
mente, un escéptico que negara la existencia de Dios estaría incurriendo en una
contradicción, ya que estaría afirmando que es posible pensar en algo más
grande que en un ser del que nada más grande se puede pensar. De aquí que, por
definición, Dios existe.
La crítica básica al argumento de san Anselmo
es que no se puede deducir la existencia fuera de la mente de nada, analizando
su definición. Ya en su época, el monje Gaunilón de Marmoutier puso objeciones
a su razonamiento, como más tarde lo harían santo Tomás de Aquino e
Immanuel Kant. Sin
embargo, René Descartes,
Baruch Spinoza, Gottfried Wilhelm Leibniz y algunos pensadores contemporáneos
han emitido razonamientos similares.
En 1093, Anselmo fue llamado para suceder a
Lanfranco como arzobispo de Canterbury. Desde esta dignidad participó
en una época de grandes conflictos con Guillermo II el Rojo, sucesor de
Guillermo I el Conquistador en el trono de Inglaterra, sobre la
independencia de la Iglesia del poder regio. Tanto durante su estancia en
Inglaterra como en su posterior exilio italiano, san Anselmo estuvo siempre
enfrentado con los poderes seculares. A pesar de ello, continuó sus reflexiones
teológicas, escribiendo Cur Deus Homo, un estudio sobre la encarnación y
crucifixión de Jesucristo como una forma de expiación del pecado.
En 1100, cuando Enrique I heredó la
corona inglesa, Anselmo regresó a Canterbury, siendo posteriormente desterrado,
de nuevo, por sus continuas controversias con el Rey. Hasta 1106 no regresó a
Canterbury, donde vivió hasta el día de su fallecimiento, ocurrido el 2 de
abril de 1109. Fue canonizado en 1163 y declarado Doctor de la Iglesia en 1720.
Su festividad se celebra el 21 de abril.
San Buenaventura (c. 1217-1274).
Teólogo cristiano y vicario general de los
franciscanos, célebre por sus escritos espirituales, se le conoció como el
Doctor Seráfico.
Buenaventura nació en Bagnoregio (cerca de
Viterbo, Italia), hijo de Juan de Fidanza. De nombre Juan, ingresó en la
Universidad de París en 1235, donde estudió bajo las enseñanzas de Alejandro de
Hales. Ingresó en la orden franciscana en 1243, y adoptó el nombre de
Buenaventura y profundizó en sus estudios hasta convertirse en maestro (profesor)
de teología en 1254. Durante este periodo preparó un comentario sobre las
Escrituras, el Breviloquium y al igual que su coetáneo Tomás de Aquino, trabajó
para integrar la visión aristotélica en la tradición de san Agustín.
Buenaventura aceptó gran parte de la filosofía científica de Aristóteles, pero
rechazó cuanto conocía de su metafísica por
insuficiente, ya que, según Buenaventura, al filósofo no le guiaba la luz de la
fe cristiana. La doctrina de la iluminación de
la mente humana (el alma) por el divino —una forma de identificar la verdad o
falsedad del juicio— la tomó de las doctrinas de san Agustín. Su Itinerario de
la mente hacia Dios (1259) y sus breves tratados místicos
reflejan su preocupación por la forma en que el alma reconoce y se une a Dios.
Célebre por sus estudios y buen juicio,
Buenaventura fue elegido vicario general de los franciscanos en 1257, en un
momento en que la comunidad se
hallaba escindida a causa de la controversia sobre hasta qué punto debía, como
orden, respetar el compromiso de san Francisco con la pobreza.
Consiguió superar dicha división y por ello se le considera como el segundo fundador
de la orden. Escribió (1263) la versión oficial de la Vida de san Francisco de
Asís, y se dedicó a viajar y a predicar el estilo de vida franciscano.
El papa Gregorio X (Papa entre 1271 y 1276)
le nombró cardenal arzobispo de Albano en mayo de 1273 y Buenaventura colaboró
en los preparativos del Concilio de Lyon convocado para solventar el cisma con
la Iglesia oriental. Murió el 15 de julio de 1274 en Lyon.
El papa Sixto IV santificó a Buenaventura en
1482 y en 1587 o 1588, el papa Sixto V le nombró doctor de la Iglesia. Su
festividad se celebra el 15 de julio.
- Santo Tomás de Aquino (1225-1274).
A veces llamado doctor angélico y el príncipe
de los escolásticos, filósofo y teólogo italiano, cuyas obras lo han convertido
en la figura más importante de la filosofía escolástica y uno de los teólogos
sobresalientes del catolicismo.
Nació en una familia noble en Roccasecca
(cerca de Aquino, en Italia) y estudió en el monasterio benedictino de monte
Cassino y en la Universidad de Nápoles. Ingresó en la orden de los dominicos
todavía sin graduarse en 1243, el año de la muerte de su padre. Su madre, que
se oponía a la entrada de Tomás en una orden mendicante, le confinó en el
castillo familiar durante más de un año en un vano intento de hacerle abandonar
el camino que había elegido. Le liberó en 1245, y entonces Tomás viajó a París
para completar su formación. Estudió con el filósofo escolástico alemán Alberto
Magno, siguiéndole a Colonia en 1248. Porque Tomás era de poderosa constitución física
y taciturno, sus compañeros novicios le llamaban buey mudo, pero Alberto Magno
había predicho que "este buey un día llenará el mundo con sus
bramidos".
Tomás de Aquino fue ordenado sacerdote en 1250,
y empezó a impartir clases en la Universidad de París en 1252. Sus primeros
escritos, en particular sumarios y explicaciones de sus clases, aparecieron dos
años más tarde. Su primera obra importante fue Scripta super libros
Sententiarum (c. 1256), que consiste en comentarios sobre una obra influyente
relacionada con los sacramentos de la Iglesia, conocida como el Sententiarum
libri quatuor, del teólogo italiano Pedro Lombardo. En 1256 a Tomás de Aquino
se le concedió un doctorado en teología y fue nombrado profesor de filosofía en
la Universidad de París. El papa Alejandro IV, que ocupó la silla pontificia
desde 1254 hasta 1261, le llamó a Roma en 1259, donde sirvió como consejero y
profesor en la curia papal. Regresó a París en 1268, y en seguida llegó a
implicarse en una controversia con el filósofo francés Siger de Brabant y otros
seguidores del filósofo islámico Averroes.
Estudio de Aristóteles y los averroístas para
comprender la crucial importancia de esta polémica en la evolución del
pensamiento de Occidente, es necesario considerar el contexto en que se
produjo. Antes de Tomás de Aquino, el pensamiento occidental había estado dominado
por la filosofía de san Agustín, el gran Padre y Doctor de la Iglesia
occidental durante los siglos IV y V, quien consideraba que en la búsqueda de
la verdad se debía confiar en la experiencia de los sentidos. A
principios del siglo XIII las principales obras de Aristóteles estuvieron
disponibles en una traducción latina
de la escuela de traductores de Toledo, acompañadas por los comentarios de
Averroes y otros eruditos islámicos. El vigor, la claridad y la autoridad de
las enseñanzas de Aristóteles devolvieron la confianza en el conocimiento
empírico, lo que originó la formación de una escuela de filósofos conocidos
como averroístas. Bajo el liderazgo de
Siger de Brabant, los averroístas afirmaban que la filosofía era independiente
de la revelación. Esta postura amenazaba la integridad y supremacía de la
doctrina católica, apostólica romana y llenó de preocupación a los pensadores
ortodoxos. Ignorar a Aristóteles, tal como lo hacían los averroístas, era
imposible, y condenar sus enseñanzas era inútil. Tenía que ser tenido en
cuenta. San Alberto Magno y otros eruditos habían intentado hacer frente a los
averroístas, pero con poco éxito.
Santo Tomás triunfó con brillantez.
Reconciliando el énfasis agustino sobre el
principio humano espiritual con la afirmación averroísta de la autonomía del
conocimiento derivado de los sentidos, Tomás de Aquino insistía que las
verdades de la fe y las propias de la experiencia sensible, así como las
presentadas por Aristóteles, son compatibles y complementarias. Algunas
verdades, como el misterio de la encarnación, pueden ser conocidas sólo a
través de la revelación, y otras, como la composición de las cosas materiales,
sólo a través de la experiencia; aun otras, como la existencia de Dios, son
conocidas a través de ambas por igual. Así, la fe guía al hombre hacia su fin
último, Dios; supera a la razón, pero no la anula. Todo conocimiento, mantenía,
tiene su origen en la sensación, pero los datos sensibles
pueden hacerse inteligibles sólo por la acción del intelecto, que eleva el
pensamiento hacia la aprehensión de tales realidades inmateriales como el alma
humana, los ángeles y
Dios. Para lograr la comprensión de las verdades más elevadas, aquellas con las
que está relacionada la religión, es necesaria la ayuda de la revelación. El
realismo moderado de santo Tomás afirmó los grandes conceptos de su sistema en
el pensamiento, en oposición al realismo extremo, el cual los proponía como
independientes del pensamiento humano. No obstante, admitía una base para los
universales en las cosas existentes en oposición al nominalismo y
conceptualismo. En su filosofía de la política, a
pesar de reconocer el valor positivo
de la sociedad humana,
se propone justificar la perfecta racionalidad de la subordinación del Estado a
la Iglesia.
Santo Tomás primero sugirió su opinión
madurada en De unitate intellectus contra averroistas (1270). Esta obra volvió
la tendencia contra sus oponentes, quienes fueron censurados por la Iglesia.
Santo Tomás dejó París en 1272 y se fue a
Nápoles, donde organizó una nueva escuela dominica. En marzo de 1274, mientras
viajaba para asistir al Concilio de Lyon, al que había sido enviado por el papa
Gregorio X, cayó enfermo. Murió el 7 de marzo en el monasterio cisterciense de
Fossanova.
Con más fortuna que ningún otro teólogo o
filósofo, santo Tomás organizó el conocimiento de su tiempo y lo puso al
servicio de su fe. En su esfuerzo para reconciliar fe con intelecto, creó
una síntesis filosófica
de las obras y enseñanzas de Aristóteles y otros sabios clásicos: de san
Agustín y otros Padres de la Iglesia, de Averroes, Avicena, y otros eruditos
islámicos, de pensadores judíos como Maimónides y Solomon ben Yehuda ibn
Gabirol, y de sus predecesores en la tradición escolástica. Esta síntesis la
llevó en la línea de la Biblia y la doctrina católica.
El éxito de santo Tomás fue inmenso; su obra
marca una de las escasas grandes culminaciones en la historia de la filosofía.
Después de él, los filósofos occidentales sólo podían elegir entre seguirle con
humildad o inclinarse hacia alguna otra dirección diferente.
En los siglos posteriores a su muerte, la tendencia dominante y constante entre
los pensadores católicos fue adoptar la segunda alternativa. El interés en la
filosofía tomista empezó a restablecerse, sin embargo, hacia el final del siglo
XIX. En la encíclica Aeterni Patris (Del Padre eterno, 1879), el papa León XIII
recomendaba que la filosofía de santo Tomás fuera la base de la enseñanza en
todas las escuelas católicas. El papa Pío XII, en la encíclica Humani generis
(1950), afirmaba que la filosofía tomista es la guía más segura para la
doctrina católica y desaprobaba toda desviación de ella. El tomismo permanece
como una escuela importante en el pensamiento contemporáneo. Entre los
pensadores, católicos y no católicos, que han trabajado dentro del marco
tomista, han estado los filósofos franceses Jacques Maritain y Étienne Gilson.
Santo Tomás fue un autor prolífico en
extremo, con cerca de 800 obras atribuidas. Las dos más importantes son Summa
contra Gentiles (1261-1264),
un estudio razonado con la intención de persuadir a los intelectuales musulmanes de
la verdad del cristianismo y la Summa theologica (1265-1273), en tres partes
(sobre Dios, la vida moral del
hombre y Cristo), de la que la última está inacabada.
- Duns Escoto, Juan (c. 1266-1308).
Teólogo y filósofo escocés, creador de la
escuela escolástica llamada escotismo. Nacido en Duns, Lothian, Duns Escoto
entró en la orden franciscana y estudió en las universidades de Oxford y París.
Más tarde impartiría clases en ambos centros sobre las Sentencias, el manual teológico
básico del teólogo italiano Pedro Lombardo. En 1303 se exilió de París por
negarse a apoyar a Felipe IV, rey de Francia, en su disputa con el papa
Bonifacio VIII sobre la los impuestos con
que se gravaban las propiedades de la Iglesia. Después de un breve exilio Duns
Escoto volvió a París, donde enseñó hasta 1307. A finales de ese año fue
enviado a Colonia, donde dio clases hasta su muerte, el 8 de noviembre de 1308.
Sus escritos más importantes son las dos colecciones de Comentarios sobre las
Sentencias y los tratados Cuestiones quodlibetic, Cuestiones sobre metafísica,
y Sobre el principio primero. A causa de su intrincado pero hábil método de
análisis, en concreto en
su defensa de la doctrina de la Inmaculada Concepción (que el papa Pío IX
definió como dogma de la Iglesia católica en 1854), se le conoce como Doctor
Subtilis (en latín, 'doctor sutil').
En su sistema de filosofía Duns Escoto
analizó con precisión los conceptos de causalidad y posibilidad en un intento
de establecer una prueba rigurosa de la existencia de Dios, el ser primero e
infinito. No obstante, mantenía que para conocer la verdad en toda su amplitud
y cumplir con el propio destino eterno no debe limitarse a hacer uso de
las intuiciones derivadas del
conocimiento natural o la filosofía, sino que también debe intentar conocer y
aceptar la revelación divina. La revelación complementa y perfecciona el
conocimiento natural, y, en consecuencia, no puede haber contradicción entre
ellos. Para Duns Escoto, teología y filosofía son disciplinas distintas y
separadas; sin embargo, se complementan, porque la teología recurre a la
filosofía como una herramienta. En su opinión, el interés primordial de la
teología es Dios, considerado desde el punto de vista de Su propia naturaleza,
mientras que la filosofía sólo apela a Dios en la medida en que Él es la causa
primera de las cosas. Al considerar la naturaleza de la teología como una ciencia, sin
embargo, Duns Escoto se apartó de forma clara de su precursor dominico, santo
Tomás de Aquino. Mientras santo Tomás definía la teología primero y ante todo
como una disciplina especulativa,
Duns Escoto abordaba la teología como una ciencia práctica, interesada en
cuestiones teóricas sólo en la medida en que éstas se plantean como fin el
salvar almas a través de la revelación. Argumentó que mediante la fe una persona puede
conocer con absoluta certeza que el alma es incorruptible e inmortal; la razón
puede argumentar con verosimilitud la existencia de tales cualidades del alma,
pero no puede probar que existan con exactitud.
Como santo Tomás, Escoto fue un realista de
la filosofía, pero se distinguía de éste en ciertas materias básicas. El
principal punto de diferencia entre ellos está relacionado con sus ideas de
la percepción.
Duns Escoto mantenía que una comprensión directa, intuitiva, de las cosas
concretas se obtiene tanto a través del intelecto como de los sentidos. Aquino,
por otro lado, sostenía que el intelecto no conoce por sí mismo la singularidad
de las cosas materiales sino sólo las naturalezas universales abstraídas a su vez
de las percepciones.
Duns Escoto afirmaba que los universales no
tienen una existencia separada de la mente humana, sino que cada cosa separada
o 'singular' posee una naturaleza distinta hacia el exterior que comparte con
otras cosas de la misma clase.
Este hecho, pensaba, suministra el fundamento objetivo de nuestro conocimiento
sobre las verdades esenciales. Siguiendo la tradición franciscana establecida
por el teólogo italiano San Buenaventura, Duns Escoto recalcó la primacía de
la libertad humana
y de los actos de amor sobre
el intelecto. Evitaba una visión arbitraria o voluntarista de los actos de
Dios, aunque advertía al mismo tiempo que la existencia actual de las cosas
depende de una decisión libre tomada por Dios, y sostenía que las obligaciones morales
dependen de la voluntad de Dios. Esa voluntad, enseñaba, es libre por completo
y no estaba formada o determinada por motivos concretos. Dios ordena una acción
no porque él vea que es buena, como afirmaba santo Tomás, sino que la hace
buena al ordenarla.
Duns Escoto fue uno de los más profundos y
refinados teólogos y filósofos medievales conocidos por su filiación
escolástica. Durante muchos siglos después de su muerte, sus seguidores,
llamados escotistas, estuvieron en conflicto con los adeptos de santo Tomás,
que eran llamados tomistas.
- Ockham, Guillermo de (c. 1285-c. 1349).
Conocido como Doctor Invincibilis (en latín,
‘Doctor invencible’) y Venerabilis Inceptor (en latín, ‘Venerable iniciador’),
filósofo inglés y teólogo escolástico, considerado el mayor representante de la
escuela nominalista, la más consistente y directa rival de las escuelas tomista
y escotista.
Nació en Surrey, Inglaterra. Entró en la
orden de los franciscanos y estudió y enseñó en la Universidad de Oxford desde
1309 hasta 1319. Acusado por el papa Juan XXII de impartir enseñanzas
peligrosas, permaneció en arresto domiciliario desde 1324 hasta 1328 en el
palacio papal de Aviñón (Francia) mientras se sometía a examen la ortodoxia de
sus escritos. Se alió con los franciscanos contra el papa en una disputa sobre
la pobreza de
la orden y huyó a Munich en 1328 para acogerse a la protección de Luis IV,
emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, que había rechazado la autoridad
pontificia en asuntos políticos. Excomulgado por el Papa, Ockham escribió
contra el papado y defendió al emperador hasta que este murió en 1347. El
filósofo murió en Munich, mientras intentaba lograr una reconciliación con el
papa Clemente VI.
Ockham alcanzó la fama como alguien que
aplicó la lógica de forma rigurosa para mostrar que muchas creencias de los
filósofos cristianos (por ejemplo que Dios es uno, omnipotente, creador de
todas las cosas, y que el alma humana es inmortal) no se podían probar mediante
la razón filosófica o natural, sino tan sólo a través de la revelación divina.
Su nombre se atribuye al principio de economía en
lógica formal, conocido como ‘la navaja de Ockham’, según la cual las entidades
no tienen que ser multiplicadas sin necesidad.
NOTA: TOMADO DE MONOGRAFIAS CON ALGUNAS
CORRECCIONES.
BIBLIOGRAFIA
GARCÍA M. Manuel; (1971). "Lecciones
Preliminares de Filosofía." Editorial Porrúa. 3ra edición. México D.F.,
México.
HIRSCHBERGER, J.; (1968). "Breve
Historia de la Filosofía." Edittorial Herder. 2da edición. Barcelona,
España.